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Natalia Karp, la pianista que falleció el lunes pasado con 96 años, sobrevivió al Holocausto porque el comandante del campo de concentración de Plaszlow en Polonia, al cual ella fue enviada, deseaba un poco de entretenimiento musical en sus cumpleaños.
Convocada el día que llegó, esperando ser asesinada, Natalia, en ese entonces una hermosa muchacha de 32 años, tocó el inolvidable y melancólico “Nocturno en Do sostenido menor” de Chopin. Cuando finalizó, Amon Goeth, el comandante, declaró: “Sie soll leben”, que significa “Ella debe vivir”.
“Fui llevada a su casa de campo donde había una fiesta con muchos invitados comiendo, bebiendo y vestidos con chaquetas blancas”, recuerda. “Luego de un momento, Goeth se volvió hacia mí y me ladró: “Ahora. Sarah. Toca ahora”. (Los Nazis llamaban a todas las mujeres judías “Sarah”). En aquella época Natalia no había tocado un piano desde que estalló la guerra y sus dedos estaban sumamente rígidos.
Cuando Goeth, quien fue escalofriantemente retratado por Ralph Fiennes en la película “La lista de Schindler” (1993), le dijo a Natalia que viviría, la pianista insistió firmemente en que su hermana Helena también debería ser liberada. Subsecuentemente se le ordenó que tocara para Goeth y otros superiores Nazis en varias ocasiones.
Pero su horrible y traumática experiencia aún no se había terminado. Luego de 10 meses fue enviada a Auschwitz, donde ella creía por completo que iba a morir. “Mi hermana y yo estábamos aferradas la una a la otra. Hurgábamos en la basura por cualquier cosa que nos sirviera de alimento. Cada día, pensábamos, podía ser el último”.
Su número de identidad—A27407—fue marcado en su antebrazo y jamás desapareció. Muchos años después un invitado lo observó en una recepción en Londres y vulgarmente le preguntó: ¿Qué te has hecho grabado allí—tu número telefónico?
Natalia fue liberada el día después del Día D y regresó a Cracovia, con su hermana, una bailarina. Cuando hizo su primera presentación luego de la guerra interpretó el Concierto para Piano No. 1 de Tchaikovsky, con su triunfante apertura de acordes, recordó: “Quería mostrarle a los Nazis que no había sido vencida”.
Natalia Karp fue capturada con dos amigas y su hermana menor, Helena, mientras intentaban escaparse del gueto de Tarnow en Polonia con papeles falsos; luego de ser capturadas fueron enviadas por la GESTAPO a ser fusiladas en Plaszow. Luego de la guerra se casó con Josef Karpf, un asesor en la Tesorería de Varsovia. Él fue trasladado a la embajada polaca en Londres, pero cuando decidieron trasladarlos nuevamente en 1950 la pareja permaneció allí, reclamando asilo a Gran Bretaña.
Gradualmente Natalia reanudó su carrera artística en Inglaterra, y, por precaución, quitaba la última “F” de su segundo nombre cuando debía hacer alguna presentación. Si bien se la oía interpretar frecuentemente obras de Beethoven y Schubert, Natalia siempre tuvo un afecto especial por la música de Chopin. Su técnica fue descripta como “esencialmente femenina”, con críticas que admiraban su “tono dulce y su intuitivo fraseo musical”.
En el año 1967, tocó para Oskar Schindler, a quien no había conocido previamente, cuando recibió el premio Martin Buber.