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La sonata para piano Opus 101 de Beethoven

 
 

Dentro del catálogo de composiciones beethoveniano esta hermosa obra lleva una cifra anterior a las dos sonatas para violonchelo y piano, opus 102, escritas en 1815. El opus 101 comenzando en ese mismo año no fue concluido hasta noviembre de 1816. Las tres sonatas inician el tercero y último estilo del maestro.

Dicha manera se inicia como terminó la anterior en cuanto se refiere a la relativa escasez de obras importantes. Cuatro sonatas para piano de Beethoven, si bien una de ellas de dimensiones extraordinarias y varios “lieder” constituyen la producción de los cuatro años que van desde 1815 hasta 1818.

Sin embargo, por entonces comenzaba a germinar la colosal novena sinfonía. Beethoven no componía mucho en aquel tiempo, pero meditaba profundamente en su aislamiento. La sordera, ya total había sumido al músico en el silencio absoluto y las quimeras amorosas se desvanecían para siempre. Entonces se refugia el artista en el universo de su alma. D’Indy considera el tercer período beethoveniano como la “reflexión”, recordando que sólo entonces el creador de tantas maravillas declaró que “ya sabía componer”. Lo mismo que las dos primeras épocas, la tercera se inicia con el género sonata, conteniendo siete composiciones de esta índole: las dos últimas de violonchelo y las cinco de piano que coronan la serie de modo monumental. Con ellas y las Variaciones sobre un vals de Diabelli, opus 120, se despide del piano. Siguen las partituras formidables de la Misa solemne, opus 123 y de la Novena, opus 125, y concluye el maestro su obra con los cinco últimos cuartetos (compuestos entre 1824 y 1826) que forman las obras numeradas como 127, 130, 131, 132 y 135, siendo éstas para la música de cámara lo que las cinco últimas sonatas son para la de piano.

Sonata para piano opus 101 de Ludwin van Beethoven

En su tercer estilo, Beethoven demuestra mayor libertad de concepción y forma que nunca. El vuelo de su fantasía es inmensamente poderoso. Pero cuando se ciñe aún a las líneas tradicionales las amplifica de modo gigantesco, lo cual ya había realizado anteriormente en la tercera sinfonía, el séptimo cuarteto y las sonatas opus 53 y 57. Además, ya vimos en alguna sonata precedente que Beethoven parecía indicar el camino a sus sucesores románticos, a la vez que en sentido opuesto, se remontaba hasta la evocación de los viejos clásicos. Esa extensión del arte beethoveniano va a generalizarse ahora, y mientras el romanticismo se afianza ya vigorosamente, el clasicismo de Bach renace con nuevo espíritu y forma en el estilo fugado y en la fuga beethoveniana de la tercera manera. Asimismo, la “gran variación”, de la que hallamos extraordinarios modelos en los finales lentos de los opus 109 y 111 es una creación de esa época beethoveniana, que se apoya en el antiguo coral variado. Todo ello conduce a una polifonía cada vez más compleja.

 

La sonata opus 101 se publicó en Viena, en febrero de 1817, estando separada de la anterior por composiciones más antiguas que ésta, como el cuarteto, opus 95, de 1810; el trío opus 97 de 1811, y las sinfonías opus 92 y 93 y sonata de violín, opus 96, de 1812. La sonata número 28 apareció con título en alemán.

La tendencia germanizante que por entonces demostraba Beethoven, le había inducido a escribir: "Sonate für das Hammer-Klavier" (piano de martillos) en lugar de el nombre italiano de pianoforte. Su decisión fue comunicada al editor, Steiner por medio de una carta humorística.

El opus 101 está dedicado a la baronesa Dorotea Ertmann, gran pianista e intérprete notable de las sonatas de Beethoven, las que había estudiado bajo la dirección del autor. Es probable que aquella dama fuera, en tiempos anteriores, otro de los amores platónicos del compositor. Al enviarle la sonata a la baronesa, Ludwing agregaba estas palabras: “Reciba ahora lo que tantas veces he deseado ofrecerle: una prueba de mi devoción a su talento artístico y a su persona”. La sonata opus 101 se halla muy lejana de la forma tradicional, dominando ampliamente en ella cierto carácter de fantasía, que alterna con procedimientos muy severos. Como a la anterior se le atribuye un programa, referido por Schindler, ignorándose si con fundamento exacto.

He aquí tal programa: “primer tiempo, impresiones de ensueño; segundo, invitación a la acción; tercero, nuevas impresiones de ensueño, acción espiritual”. Son conceptos de carácter schumaniano. También se refiere que Beethoven había anotado en su diario, un día de 1815: “Si asoma una lágrima a tus ojos, oponte valerosamente al llanto”. Algunos creen ver relación entre ese pensamiento estoico y el espíritu de esta sonata, si bien el heroísmo beethoveniano tan potente en muchas obras anteriores, inspira toda su tercera época de modo conmovedor, especialmente en la novena sinfonía con el Himno a la alegría y a la fraternidad, elevado desde un corazón destrozado por crueles dolores. La sonata opus 101 es, salvo algún instante melancólico, una inspiración luminosa y serena, de forma muy original. Sus bases tonales son tónica-superdominante alterada (fa), tónica (menor y mayor).

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